Murales por la Paz
Murales por la Paz

Videoforos y Talleres para promover el concurso

Selección de bocetos

Lanzamiento de los Murales por la Paz

Realización de los Murales por la Paz sobre la 5a

La memoria del proyecto

Fotografías a Pantalla Completa

Escríbanos a almuro_@hotmail.com
 

PANDORA
Javier Hernández

De manera muy somera voy a contarles una vieja historia, que data de los tiempos cuando e mundo era muy joven, y los hombres vivían con los dioses y los primeros eran niños.  A dos de ellos, no recuerdo sus nombres, una ninfa llamada Pandora les dio a guardar una caja.  Como eran cosas de dioses, los niños no hicieron preguntas.  Pero un día uno de los chicos, viendo la hermosa y adornada caja, no resistió la tentación de abrirla.  Cuando esto ocurrió de allí salieron todos los males y virtudes humanas de la tierra.  La caja fue destruida y los dioses, iracundos con el niño por no retener su curiosidad, dejaron que estos males se propagaran por la tierra y las virtudes, hasta el momento inherentes en los niños de ese tiempo, salieron de sus cuerpos detrás de sus hermanas las calamidades.  Es por eso que en la tierra hay envidia, egoísmo, ira, enfermedad, como también hay amor, felicidad, perdón, convivencia, pero siempre son difíciles de encontrar. Cuando un ser humano pierde alguna de estas virtudes que lo habitan, llega una hermana suya a visitarlo.  Lo único que quedó en la caja fue la esperanza que, temerosa de salir a vagar por el mundo, se quedó.  Los dioses en un acto de bondad le regalaron a cada hombre un pedacito de ella, por ello dicen que la esperanza es lo último que se pierde, porque es tímida y siempre se quedará a vivir en nuestro corazón.  

¿Cuántos siglos tuvieron que pasar para que Pandora volviera a existir? Muchos, y hasta ahora, con el paso del tiempo, todos volvimos a la caja.  Allí donde se encuentran todas las dichas y desdichas, la esperanza se ha hecho más fuerte con el tiempo Pero, como sus hermanas, ha vuelto de nuevo a la casa, al recinto sagrado de Pandora.

¿Sabes de qué estamos hablando? No, sólo tienes que seguir estas instrucciones: Deja el libro boca abajo sobre la mesa, camina sin prisa hasta la ventana.  Cuando llegues a ella cierra los ojos, después de contar hasta diez ábrelos y como por arte de magia aparecerá ante ti ¡Pandora! La caja que contiene todo lo que tú quieras ver e imaginar.  No te extrañes si ante tus ojos todo sigue igual.  El perro, la doña barriendo el antejardín, el carro que pasa, el niño que llora o ríe.  Pandora esta allí, sólo tienes que mirar con mucho cuidado a la doña que barre. Mírala bien.  ¿Cuánto hace que la conoces? ¿Su nombre? María, Dolores, Eduviges...  Ella hace parte de Pandora como tú y tus amigos, la recorres todos los días, hablas con ella a través de tus actos y depende de ti en la mayoría de los casos que tan bien estemos en ella.  ¿Ya conoces a Pandora? ¿Le temes? ¿La destruyes? ¿La cuidas? Es de suma importancia que te hagas estas preguntas, porque Pandora te necesita y depende de cada uno de nosotros que no colapse y se venga abajo.

Sí, herman@ en ella estás, en este preciso instante, y aquí confluyen todos los imaginarios de la gente: Dos equipos de fútbol rivales, iglesias de todas las doctrinas, centros culturales, centros comerciales, centros "de todo lo que quieras".  La Pandora terrenal se ilumina con tecnología.

Hay tantas pandoras como maneras de ver el mundo "culturalmente hablando", y cada una de ellas tiene sus sellos para que puedan funcionar de manera más o menos regular. Estos sellos se llaman normas mínimas de convivencia y hacen que todas las cajas de Pandora funcionen.  La Pandora que nos toca vivir a nosotros, por lo menos a los que escribimos y ayudamos a escribir este libro, es calurosa, llena de gente alegre, desorganizada, posee un equilibrio bastante singular, y como toda caja de Pandora, está llena de sorpresas.

¿Ya te diste cuenta cuál es la Pandora? Sí, la ciudad, con sus calles, edificios, carros y gentes. En ella vivimos y convivimos con los demás, ella encierra todo lo que nosotros conocemos del mundo, nuestra visión de los que no viven con nosotros y de los que están a nuestro lado.  Es nuestro hogar, aquí están nuestros amigos, la gente que nos cae bien y la que no nos cae tan bien. Donde caminamos sin conocer a nadie y conociéndolos a todos, donde nos encontramos y desencontramos.  Aquí en esta Pandora tropical llena de color, de sol, llamada Cali.  Ciudad singular donde encontramos tal cantidad de originales expresiones de imaginación que quedaríamos pasmados de la cantidad de propuestas que se han hecho y se siguen haciendo para embellecer lustra querida caja de Pandora.

La ciudad es un lugar ambiguo, de grandes contradicciones, que nos deja perplejos.  Encontramos la miseria, la desolación y la tristeza y a la vuelta de la esquina. Podemos conmovernos con la visión arrobadora de una bella muchacha o muchacho, un niño que juega tranquilo sin preocuparse de nada o simplemente una flor solitaria que, llena de fortaleza, embellece un bloque de cemento.

Los problemas de la ciudad pasan por la anticonvivencia, la desigualdad económica, la violencia y, en nuestro caso, un manejo burocrático de las instituciones que representan el poder estatal.  Esto ha hecho que nuestras ciudades se construyan desde la negación, la negación del consumo, primando por encima de todo su ley individual.  En ella el ideal de colectivo se vive sólo en los sectores marginados donde es la única manera de subsistir.  Las pocas posibilidades dejan a los jóvenes sin un ideal positivo que seguir.  Los más marginados toman la violencia y la agresión como única posibilidad de supervivencia, se quedan en los barrios donde, a base de terror y favores, consiguen la seguridad que necesitan para conseguir acoplarse a la salvaje guerra del consumo.  Es allí donde los chicos, los que crecen solos, quedan viendo esto como el único imaginario positivo a seguir.  El intelectual se muda, se aleja de la gente que le dio las posibilidades para salir adelante entre dificultades y se borra del imaginario de los chicos.

Como contraste, en la ciudad encontramos también la cuna de las artes. Es allí donde se gestan los movimientos, las corrientes intelectuales.  Es aquí donde se generan las ideas que transforman la ciudad y el mundo, las nuevas maneras de ver las situaciones y afrontar los problemas.  La ciudad en si misma es una obra de arte que se va construyendo y nunca terminará de construirse. Esta obra no es sólo arquitectura.  En algunas, como nuestra Cali, es también el color de sus gentes, sus distintas manifestaciones artísticas, artesanales, sus comidas, fiestas, etc.

Toda esta Pandora humana, la caja inmensa de nuestros anhelos, el lugar donde nos encontramos, subsistimos, vivimos, este sitio hermoso de gentes sin número que adornan las calles grises y le ponen color a su inmensidad.

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